1. En la Sagrada Escritura debe buscarse la verdad, no la elocuencia.
Toda la Sagrada Escritura debe leerse con el mismo espíritu con que se compuso.
Cuando leemos la Escritura, más bien debemos buscar en ella la utilidad que la gracia del lenguaje.
Con igual gusto leamos libros devotos y sencillos, que sublimes y profundos.
No repares en la autoridad del escritor, si sería hombre de muchas o pocas letras. Que el puro amor de la verdad te lleve a leerlos.
No preguntes quién lo dice; mira lo que se dice.
2. Los hombres se acaban; "la verdad de Dios dura eternamente".
Dios nos habla de varias maneras, sin acepciones de las personas de quien se vale.
Muchas veces la curiosidad nos estorba cuando leemos las Escrituras; pues queremos entender y discutir ciertos pasajes que debieran leerse sencillamente y de paso.
Si quieres sacar provecho de la lectura, léelas con humildad, sencillez y fe, sin pretender jamás la reputación del saber.
Que te guste preguntar. Escucha callado las palabras de los santos; no te caigan mal los dichos de los viejos, porque no se dicen sin razón.
Tómas de Kempis
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