jueves, 5 de enero de 2012

DE LA ENSEÑANZA DE LA VERDAD



1.- ¡Dichoso el hombre a quien la Verdad misma enseña, así como ella es, por medio de figuras y voces que mueren¡ El pensamiento y el sentido con frecuencia nos engañan, y poco es lo que ven. ¿De qué sirve cavilar tanto acerca de cosas ocultas y oscuras por cuya ignorancia no se nos reprenderá en el Juicio? Gran tontería es el descuidar lo útil y necesario por atender a lo curioso y dañoso. De verás que tenemos ojos y no vemos.

2.- ¿Qué nos importan a nosotros los géneros y las especies? El hombre a quien habla el Verbo Eterno, de muchas opiniones se desenreda. Porque todo viene de ese verbo Eterno, y todo dice una sola cosa: el principio, el cual nos habla. Sin él nadie entiende, ni juzga bien. Firme tiene su corazón, en Dios descansa tranquilo, el hombre para quien todas las cosas son una sola, las reduce todas a una sola y las ve todas en una sola. ¡Oh Dios que eres la verdad¡ Haz que esté unido a ti con un amor eterno. A menudo me aburro de oír y de leer tantas cosas. En ti está todo lo que quiero, y todo aquello porque suspiro. Que callen todos los maestros, que todas las criaturas enmudezcan en tu presencia; sólo tú háblame.

3.- Cuanto más unificado esté uno internamente y más simplificado exteriormente, tanto más cosas y tanto más profundas entiende sin trabajo; porque arriba recibe la luz para entenderlas. Un alma pura, sencilla y constante, no se disipa entre muchas ocupaciones; porque todo lo hace por el honor de Dios, procurando no ocuparse en la busca de sí misma. ¿Quién te estorba y te molesta más que los afectos inmortificados de tu propio corazón? Una persona buena y piadosa primero dispone en su interior aquellas obras que exteriormente tiene que hacer. No la arrastra su mala inclinación a ejecutarlas; al contrario, la hace doblegarse al imperio de la recta razón. ¿Quién sostiene más dura lucha que aquél que trata de vencerse? Nuestra ocupación debiera consistir en vencernos, en hacernos cada día más fuertes que nosotros mismos, en ir mejorando un poco todos los días.

4.- Toda perfección de esta vida va junta con alguna imperfección; y ninguna de nuestras concepciones está libre de oscuridad. El humilde conocimiento de ti mismo es camino más seguro para llegar a Dios que las profundas investigaciones de la ciencia. No es reprobable la ciencia, ni ningún otro conocimiento más sencillo de alguna cosa buena en sí y ordenada por Dios; pero siempre hay que preferir la buena conciencia y la vida virtuosa. Más como muchos ponen más empeño en adquirir el saber que en vivir bien, a menudo se extravían, y aprovechan poco, y aun casi nada.

5.- ¡Oh, si tan activos fueran para arrancar de raíz los vicios y cultivar las virtudes, como lo son para suscitar disputas, no habría tantos pecados y escándalos entre el pueblo, ni tanta relajación en los monasterios¡ Seguramente que el día del Juicio no se nos va a preguntar que leímos, sino que hicimos; ni qué tan bien hablamos, sino que tan religiosamente vivimos.Dime:¿Dónde están todos aquellos señores, todos aquellos maestros que tan bien conociste cuando aún vivían y en sus estudios florecían? Ya otros ocupan sus canongías, y quién sabe si de ellos se acordarán. En vida parecían valer algo; ahora ya no hay quien hable de ellos.

6.- ¡ Oh, qué pronto pasa la gloria del mundo¡ ¡Ojalá que su vida hubiera sido conforme a su saber¡ Entonces sí habrían estudiado como se debe.¡Cuántos del siglo se pierden por la vana ciencia, por cuidarpoco de servir a Dios¡Como prefieren la grandeza a la humildad, piensan puras vanidades.Pero es verdaderamente grande el que tiene gran caridad.Es realmente grande el que para sí mismo es pequeño, teniendo en nada todas las alturas del honor.Es verdaderamente sensato el hombre que por ganarse a Cristo considera como estiércol todo lo terrenal.Por fin, es verdaderamente sabio el hombre que hace la voluntad de Dios, renunciando a la suya propia.

Autor: Tomás de Kempis

No hay comentarios:

Publicar un comentario