martes, 7 de febrero de 2012

MARÍA MODELO DE PUREZA




María la Santa Madre de Dios, es el modelo de vida que debemos alcanzar, por un privilegio especial, fue concebida sin la mancha del pecado original y por lo tanto no tuvo la concupiscencia ni el desorden de la vida indistinta que se deriva de ella, por eso la llamamos la Inmaculada Concepción.

María se nos presenta como la persona perfectamente armónica en toda su persona. Ella irradia una pureza y hermosura propia del paraíso. Por eso su naturaleza es sin mancha, su voluntad es íntegra, su inteligencia clara y su vida afectiva purísima.

Su vida instintiva, es decir su sexualidad, se haya sometida a la razón, iluminada por la fe a una voluntad inquebrantable.

La Iglesia nos muestra que el ideal del hombre plenamente redimido es el de la Inmaculada; cuanto más cercana la tenemos, más comprobamos la enorme distancia que hay entre nosotros y ella.

En las horas díficles, en que se despierta en nosotros la sensualidad, la imagen de la inmaculada obra atrayéndonos, purificándonos, elevándonos y transfigurándonos. Ella es nuestra educadora.

Ella es la aplastadora de la serpiente. Donde obra la serpiente -el demonio- debe aparecer ella si la batalla debe decidirse a favor de Cristo.

Medios concretos para cultivar la pureza

1) La intangibilidad
2) El pudor

Torres inexpurables que defienden la pureza

* El amor a Dios
* La humildad
* La mortificación
* El trabajo
* La alegría

La pureza tiene seis pilares. El sexto y último pilar de la autoestima es "la práctica de la integridad personal"...consite en la integración de mis ideales, convicciones, normas y creencias por una parte y mi conducta por otra.

Cuando nuestra conducta es congruente con nuestros valores declarados, cuando concuerdan los ideales y la práctica, tenemos integridad. En términos cristianos se llama ser congruentes.

Cómo cristianos, discípulos de Jesús nuestro Señor y Maestro, tenemos claro que Dios tiene un plan para el ejercicio de nuestra vida sexual. El aceptar ese plan en la teoría y llevarlo a la práctica por medio de la virtud de la pureza o castidad nos hace íntegros y nos permite tener una sana autoestima.

Pbro. J. Manuel Pérez

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