Disfrutar y renunciar
La ascesis ha sido un tema tabú durante mucho tiempo. Pero en los últimos años está experimentando una verdadera resurrección. La sociología nos enseña que no hay élite alguna sin ascesis. Y las verdaderas élites han vivido siempre de un modo ascético. Frente a la creciente destrucción del medio ambiente, Carl Friedrich von Weizsäcker recomienda un modo de vida ascético, pues la mentalidad de *usar y tirar* y el consumo ilimitado podrían llevarnos a un callejón sin salida. Hay personas a quienes la exhortación a la ascesis se les antoja un sermón moralizante: *Lo único que hace es amedrentar*, se oye a veces. En cambio, para los antiguos griegos -un pueblo que, indudablemente, sabía disfrutar- la ascesis era una actitud honorable. Ascesis significa ejercicio, adiestramiento. Los deportistas la necesitaban para lograr un mejor rendimiento. Los soldados tenían que ejercitar la ascesis para la lucha. Para los filósofos, la ascesis del deporte y de la lucha era prototipo de la ascesis como adiestramiento para lograr la libertad interior. La filosofía estoica elogió especialmente el autodominio, la valentía y la serenidad interior como ideales de la autorrealización humana.
Al nacer estas afirmaciones, no pretendo exigir un modo de vida ascético, como si no nos quedara más remedio que aceptarlo. Lo que pretendo es, más bien suscitar el deseo de la ascesis, que es la condición previa para poder disfrutar de la vida, para vivir realmente, en lugar de ser vividos por nuestras necesidades. Lo decisivo es nuestra actitud interior, y ésta debe estar configurada por la alegría, las ganas de vivir, la libertad y el amor. Anthony de Mello nos propone un ejemplo tomado de la sadiduría india:
*"Nada es bueno ni malo; es el pensamiento el que hace lo que sea", dijo el Maestro. Cuando le pidieron que lo explicara, dijo: "Un hombre observaba un ayuno religiosamente siete días a la semana sin perder la alegría. Mientras tanto, su vecino moría de hambre a base de seguir la misma dieta"*.
Lo cual significa que, cuando la ascesis no se ejercita con auténtica alegría, nos roba la vitalidad. Pero cuando la alegría de vivir nos incita a ejercitar la ascesis, entonces nos conduce a la libertad interior, al placer de vivir y a una vitalidad que es contagiosa y ayuda también a los demás. Así pues, todo depende de las circunstancias, no de un dogma. Sólo quien es libre está realmente vivo.
Anselm Grüm
No hay comentarios:
Publicar un comentario