Refugio para el alma
A muchos les parece que *autodominio* significa apretar los dientes, hacerse el desentendido y mantener los sentimientos bajo control. Pero no es eso lo que quiere decir. Los griegos hablan de autarkeia. Goza de autaquía la persona que, en el ámbito donde vive, es dueña de sí misma y no se deja dominar por otros. Los griegos piensan que sólo merece ser llamado humano quien tiene control de sí mismo, es interiormente libre y no se deja dominar por los caprichos ni por los demás. En este sentido, *autocontrol* no significa que yo controlo todos todos mis sentimientos, sino que sé como tratarlos en lugar de dejarme dominar por ellos. Sin autodominio no puedo alcanzar una vida lograda. Seré dominado por otras personas, por los caprichos y los estados de ánimo, que me manejará a su antojo. Y seré vivido, en lugar de vivir yo mismo.
El libro de los Proverbios compara al ser humano carente de autodominio con una ciudad desprotegida frente a todos los ataques del exterior: *Ciudad abierta y sin muralla, el hombre que no sabe dominarse* (25,28). En una ciudad sin muralla puede entrar cualquiera. Y quienes viven en ella no se sienten seguros. El autodominio es como una muralla que protege la ciudad de mi alma y me abre un espacio donde me encuentro en casa y puedo sentirme a salvo. Una persona sin autodominio no puede establecer límites ni protegerlos. Una ciudad sin murallas no tarda en ser abandonada, porque nadie vive agusto en ella. Y la persona que no se domina experimentará pronto hasta qué punto su vida se vuelve vacía. Se abandonará así misma y vivirá huérfana en el mundo. La afirmación de León Tolstoi sigue siendo válida: *una vida buena y feliz sin autocontrol nunca ha existido. Y nunca podrá existir*
Anselm Grün
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