1.- Cristo: Hijo, no eres capaz de estar continuamente inflamado en ardientes deseos de permanecer en sublime contemplación. De vez en cuando necesitas descender a cosas más humildes, llevando sin querer y con fastidio la carga de esta vida corruptible, a causa de la corrupción original. Mientras lleves este cuerpo mortal, sentirás tedio y malestar en el alma.
Estando en carne, no se puede menos que gemir frecuentemente agobiado por el peso de la carne, por no poder dedicarse uno sin cesar a ocupaciones espirituales y a la divina contemplación.
2.- En tales circunstancias te conviene buscar un refugio en la práctica de obras corporales y humildes, esperando con firme confianza mi llegada a la visita celeste, sufriendo con paciencia el destierro y la resequedad del alma, hasta que por bien te visite y saque de todas las angustias.
Haré que olvides las fatigas, que goces de la paz del alma.
Te abriré los campos de las Escrituras, para que con el pecho lleno de aliento empieces a correr por el camino de mis preceptos.
Entonces comprenderás aquello: “No son proporcionados los sufrimientos de esta vida con la gloria futura que se manifestará en nosotros”.
B. Tomás de Kempis
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