El Rostro de Dios, revelado progresivamente en la historia de la salvación, resplandece plenamente en el Rostro de Jesucristo Crucificado y Resucitado. Dios es Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Realmente distintos y realmente uno, porque son comunión infinita de amor.
El amor gratuito de Dios por la humanidad se revela, ante todo, como amor fontal del Padre, de quien todo proviene, como comunicación gratuita que el Hijo hace de este amor, volviéndose a entregar al Padre y entregándose a los hombres, como fecundidad siempre nueva del amor divino que el Espíritu Santo infunde en el corazón de los hombres.
Rom. 5, 5
Con las palabras y con las obras y, de forma plena y definitiva, con su muerte y resurrección, Jesucristo revela a la humanidad que Dios es Padre y que todo estamos llamados por gracia a hacernos hijos suyos en el
Espíritu.
Rom. 8, 15. Ga 4, 6
Por esta razón la Iglesia cree firmemente que la clave, el centro, el fin de toda la historia humana se halla en nuestro Señor y Maestro.
Concilio Vaticano II, Const. Past. Gaudium et spes.
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