martes, 6 de marzo de 2012
UNIDAD EN EL MATRIMONIO
Señor,
y sucedió una vez
que sobre la tierra desnuda y virgen
brotó de improviso
una flor hecha de nieve y fuego.
Fue llama que extendió un puente de oro
entre las dos riberas,
guirnalda que engarzo para siempre
nuestras vidas y nuestros destinos.
Señor, Señor, fue el amor con sus prodigios,
ríos, esmeraldas e ilusiones.
¡Gloria a Ti, horno incandescente de amor¡
Pasó el tiempo,
y el confuso esplendor de los años
la guirnalda perdió frescor,
y la escarcha
envolvió a la llama por sus cuatro costados;
la rutina, sombra maldita, fue invadiendo,
sin darnos cuenta, y penetrando
todos los tejidos de la vida.
Y el amor comenzó a invernar.
Señor, Señor, fuente de amor;
dobladas las rodillas
desgranamos ante Ti nuestra ardiente súplica:
Sé Tú en nuestra casa
lámpara y fuego,
pan, piedra y rocío,
viga maestra y columna vertebral.
Restaña las héridas cada noche
y renazca el amor cada mañana
como fresca primavera.
Sin Ti nuestros sueños rodarán por la pendiente
Sé Tu para nosotros escarlata de felicidad,
espuma de alegría, y garantía de estabilidad.
Mantén, Señor, alta como las estrellas,
en nuestro hogar la llama roja del amor,
y la unidad, como río caudaloso, recorra e irrigue
nuestras arterias por los días de los días.
Sé Tú, Señor Dios, el lazo de oro que mantenga
nuestras vidas
incorruptiblemente entrelazadas hasta la
frontera final,
y más allá. Así sea.
Ignacio Larrañaga
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