lunes, 5 de marzo de 2012

SUMERGIRSE EN OTROS MUNDOS

LEER

La lectura no es una virtud. Y, sin embargo, forma parte de una vida buena. Cuando leo, me sumerjo en otro mundo. La lectura es para muchas personas un lugar apartado donde nadie las molesta, donde experimentan un mundo que les hace bien. No es el mundo de la utilidad y la finalidad, sino un mundo que da alas al alma y donde está encuentra alimento. Cuando leo, encuentro a otras personas, al autor con sus pensamientos y sentimientos, pero también a otros muchos seres humanos acerca de los cuales él escribe. Y cuando leo,  me encuentro conmigo mismo y comprendo mejor mi propia vida. La veo en un contexto más amplio. La palabra alemana lesen ("leer") procede de una raíz que significa "recopilar, reunir, abarcar lo que está disperso". No "leemos" sólo libros, sino también espigas en la cosecha, o racimos de uvas en la vendimia. Cuando leo, reúno los diferentes aspectos de la vida humana.  Es como una cosecha. Cosecho los pensamientos de otros seres humanos y de tiempos pasados para alimentarme de ellos. Quien lee mucho llega a ser una persona instruida. Sabe de la vida. Es culto porque se ha confrontado con las experiencias de otros.




El mero hecho de leer ya es un acto saludable.  En él nos sumergimos en otro mundo, que nos libera, que nos rodea, el cual muchas veces nos acosa y nos amenaza. La lectura revitaliza el vigor, la estrechez y la falta de misericordia que de ordinario nos rodean.  Cuando leo, entro también en contacto conmigo mismo, y esto constitutuye ya un gran valor, aun cuando no pueda retener gran cosa de lo que he leído. Mientras estoy leyendo, soy otro. En ese instante estoy más cerca de mí que de ordinario. Y cuanto más me aproximo a mí mismo, tanto más plena se hace mi vida.



Los libros son amigos

Una máxima de la sabiduría judia dice: "Convierte a tus libros en amigo". Cuando me encuentro mal, tomo un libro que anteriormente me ha servido de consuelo.  De este modo se convierte en un amigo que abre ante mí un gran horizonte, desde donde puedo ver de otra manera mis preocupaciones. Un proverbio oriental lo expresa de modo parecido: "Una habitación sin libros es como una casa sin ventanas".  En una casa sin ventanas hay un ambiente desagradable. Los libros arrojan luz sobre nuestra vida. Y abren ante nosotros una perspectiva más amplia. Aquien dirige la mirada hacia el horizonte a través de la ventana, su casa no le parece estrecha.  Por el contrario, es para él, en medio de la inmensidad del mundo, una mansión en la que puede alojarse, pero no tiene que esconderse: en una casa con muchas ventanas se vive en la tensión entre la estrechez y la espaciosidad, entre la distancia y la cercanía, entre la seguridad y la nostalgía.  Cuando leemos emprendemos un viaje sin la necesidad de dar un solo paso fuera de casa. Y tenemos nuevas experiencias al encontrarnos con muchas personas y conocer su concepción de la vida.



Autor: Anselm Grüm

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