"Que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra, en los abismos; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios padre (Flp 2,10-11)."
EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO
"A Juan el Bautista le cuesta trabajo reconocer al Mesías. Sí, él que se ha pasado la vida esperándolo, queda desconcertado por la humildad, la pequeñez del rostro de Dios. San Pablo meditará asombrado el anonadamiento de Jesús que se anula por amor. Confundido con los demás penitentes, en la cola, para recibir un bautismo de perdón de los pecados que no ha cometido, pero de los que quiere sufrir las consecuencias, Jesús abiertamente manifiesta su deseo de unión profunda, de solidaridad total con la humanidad que anhela salvar. Finalmente Juan lo reconoce cuando lo ve venir a su encuentro, y lo señala como un cordero que carga con el pecado, como una víctima que lo apuesta todo, la vida misma por amor hasta la consumación total. Así también nos ocurre a nosotros: el Señor se nos acerca en los modos y tiempos que no esperamos, obligándonos a dejar nuestras falsas ideas que tenemos de Dios, y así encontrarlo en la pobreza desconcertante de la humanidad penitente. El humilde nos sale al encuentro en el despojo de una Navidad que nosotros hemos construido llena de ruidos, falsa e hipócritamente triunfal. El Niño es, ya desde ahora, un signo de contradicción , enseguida perseguido, crucificado. Acogerlo significa abrazar la desconcertante lógica divina: la humildad de Dios."
Misal Diario Pan de la Palabra
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