domingo, 18 de mayo de 2014

LOS ÁNGELES DE LA GUARDA, ÁNGELES DE DIOS





Los ángeles de la guarda
Es hora de aliarse con todas las fuerzas del Bien, del Cielo y de la tierra, para ahogar el mal en su abundancia

Si fuésemos humildes siervos en la edad de oro de los poderes regios y topásemos con un príncipe sabio, magnífico y magnánimo, de poder invencible, dispuesto a ser nuestro protector y amigo, aliado en las batallas y servidor en nuestros varios menesteres, nos hallaríamos ante una sombra de nuestro Ángel Custodio. Asombro, admiración y gratitud no conocerían límites en nuestro ánimo y atenderíamos a sus más leves gestos.

La Iglesia entera proclama gozosa la existencia de esos Príncipes del Cielo que están junto a nosotros en la tierra; y lo celebra especialmente cada 2 de octubre. San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei (1) decía en Argentina, ante una muchedumbre de hombres y mujeres de toda edad y condición: El Ángel Custodio es un Príncipe del Cielo que el Señor ha puesto a nuestro lado para que nos vigile y ayude, para que nos anime en nuestras angustias, para que nos sonría en nuestras penas, para que nos empuje si vamos a caer, y nos sostenga (2).Era un modo de expresar en síntesis lo que la Doctrina Católica ha enseñado de continuo: La Providencia de Dios ha dado a los Ángeles la misión de guardar al linaje humano y de socorrer a cada hombre; y no han sido enviados solamente en algún caso particular, sino designados desde nuestro nacimiento para nuestro cuidado, y constituidos para defensa de la salvación de cada uno de los hombres(3).

Mirad -decía el Señor a sus discípulos- que no despreciéis a algunos de estos pequeñuelos, porque os hago saber que sus Ángeles en los Cielos están siempre viendo el rostro de mi Padre celestial (4). Y los santos se asombran: Grande es la dignidad de las almas, cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un Ángel destinado para su custodia (5). ¡Amorosa providencia de nuestro Padre Dios!, gran bondad la suya, que otorga a sus criaturas parte de su poder, para que unos y otros seamos también difusores de bondad.

No imploramos bastante a los Ángeles, dice Bernanos. Inspiran cierto temor a los teólogos (a algunos, claro es), que los relacionan con aquellas antiguas herejías de las iglesias de Oriente; un temor nervioso, ¡vamos! El mundo está lleno de Ángeles (6).

Lo cierto es que nos acompañan a sol y sombra, por cumplir puntual y amorosamente, la misión que la Trinidad les ha confiado: que te custodien en todas tus andanzas (7). No parece sensato rehusar un auxilio tan precioso.

En Getsemaní –aquella altísima cumbre del dolor- se hallaba el Dios humanado en agonía, en lucha singular frente al pavor y hastío, con tristeza de muerte. Los apóstoles -incluso Pedro, Santiago y Juan- heridos por el sopor, dormitaban después de tensa jornada. Jesús, solo, se adentra en el insondable drama de la Redención de la humanidad caída. Gruesas gotas de sangre emanan de su piel y empapan la tierra (8), muestra elocuente de la magnitud de la angustia.

En esto se le apareció un Ángel del Cielo que le confortaba (9). ¿Qué Ángel sería aquél que recibió estremecido la misión de prestar vigor a la Fortaleza y consolar al Creador? ¡Qué humildad! ¡que temblor! ¡qué fortaleza!

A veces, también nosotros, pequeños, débiles, medrosos, hemos de dar consuelo y energía a los más fuertes. Es tremendo, pero hay que hacerlo. Y si Cristo Jesús acude a un Ángel en busca de auxilio, ¿será tanta mi soberbia o mi ignorancia, que yo prescinda de semejante ayuda? Los Ángeles y demás Santos son como una escala de preciosas piedras que, como por ensalmo, nos elevan al trono de la gloria.


Hacer amistad con el Ángel Custodio 

Sin duda he de tratar mucho más a mi Ángel. Es imponente su personalidad. Sin embargo, aunque muy superiores a nosotros por naturaleza, las criaturas angélicas son, por gracia, como nosotros, hijos del mismo Padre celestial: nos unen entrañables lazos de fraternidad. Cariño recíproco y personal, confidencia y común quehacer son hacederos con el ángel. Su amistad es en verdad factible. En espíritu están los ángeles pegados al hombre. Y van marchando con el tiempo histórico al compás de nuestra persona. El ángel se halla pronto a escuchar porque su guardia no la rinde el sueño ni el cansancio. Es vigilia sin relevo. Con él se puede departir en lenguaje franco de labios, aquél que se oye sin el servicio de la lengua, el verbo que ahorra fatigas y tiempo (10).

Es maravilloso que en este andar por la tierra, nos acompañen los Ángeles del Cielo. Antes del nacimiento de nuestro Redentor, escribe san Gregorio Magno, nosotros habíamos perdido la amistad de los ángeles. La culpa original y nuestros pecados cotidianos nos habían alejado de su luminosa pureza... Pero desde el momento en que nosotros hemos reconocido a nuestro Rey, los ángeles nos han reconocido como conciudadanos.

Y como el Rey de los cielos ha querido tomar nuestra carne terrena, los ángeles ya no se alejan de nuestra miseria. No se atreven a considerar inferior a la suya esta naturaleza que adoran, viéndola ensalzada, por encima de ellos, en la persona del Rey del cielo; y no tienen ya inconveniente en considerar al hombre como un compañero (11).

Consecuencia lógica: Ten confianza con tu Ángel Custodio. -Trátalo como un entrañable amigo -lo es- y él sabrá hacerte mil servicios en los asuntos ordinarios de cada día (12). Y te pasmarás con sus servicios patentes. Y no debieras pasmarte: para eso le colocó el Señor junto a ti (13).

Su presencia se hace sentir en lo íntimo del alma. Tratando con él de los propios asuntos, se iluminan de súbito con luz divina. Y no es de maravillar, pues es verdadero lo que dicen aquellas letras grandes, inmensas, grabadas en un muro blanco de La Mancha, que transcribe Azorín: los ángeles poseen luces muy superiores a las nuestras; pueden contribuir mucho, por tanto, a que las ideas de los hombres sean más elevadas y más justas de lo que de otro modo lo serían, dada la condición del espíritu humano (14).

Precisamente, la misión de custodiar se ordena a la ilustración doctrinal como a su último y principal efecto (15). Los Ángeles Custodios nutren nuestra alma con sus suaves inspiraciones y con la comunicación divina; con sus secretas inspiraciones, proporcionan al alma un conocimiento más alto de Dios. Encienden así en ella una llama de amor más viva (16). No sólo llevan a Dios nuestros recaudos, sino también traen los de Dios a nuestras almas, apacentándolas, como buenos pastores, de dulces comunicaciones e inspiraciones de Dios, por cuyo medio Dios también las hace (17).


Aliado en las batallas 

Cada día tiene su afán, y Satanás -el Adversario- anda siempre en torno nuestro, como león rugiente, buscando presa que devorar (18). El también ha sido Ángel, magnífico, poderosísimo. Solos estaríamos perdidos. Pero los Ángeles fieles, con el poder de Dios, como buenos pastores que son, nos amparan y defienden de los lobos, que son los demonios (19). También Nuestro Señor Jesucristo, cuando permitió -para nuestro consuelo y ejemplo- que el demonio le tentase en la soledad del desierto, en momentos de humana flaqueza, quiso la cercanía de los ángeles. La historia se repite en sus miembros: después de la lucha entre el amor de Dios en la libertad del hombre con el odio satánico, viene la victoria. Y los ángeles celebran el triunfo -nuestro y suyo- vertiendo a manos llenas en el corazón del buen soldado de Cristo la gracia divina, merecida y ganada no con las solas fuerzas humanas, sino más bien con las divinas, puestas por Dios en los brazos misteriosos de los Santos Ángeles, nuestros Príncipes del Cielo. Estando con ellos, estamos con Dios, y si Deus nobiscum, quis contra nos? (20), si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?.

Contando asiduamente con los Custodios, seremos más señores de nosotros mismos y del mundo. Porque es de saber que los Ángeles gobiernan realmente el mundo material: dominan los vientos, la tierra, el mar, los árboles... (21). Con sabiduría divina la Escritura reduce las fuerzas naturales, sus manifestaciones y efectos, a su más alta causalidad, como más tarde lo haría San Agustín en la frase: «toda cosa visible está sujeta al poder de un angel» (22).


Los Ángeles, junto al Sagrario 

El mundo está lleno de Ángeles. El Cielo está muy cerca; el Reino de Dios se halla en medio de nosotros. Basta abrir los ojos de la fe para verlo. Y el pequeño mundo, los millares de pequeños mundos que entornan los Sagrarios, están llenos de Ángeles: Oh Espíritus Angélicos que custodiáis nuestros Tabernáculos, donde reposa la prenda adorable de la Sagrada Eucaristía, defendedla de las profanaciones y conservadla a nuestro amor»(23).

Los Sagrarios nunca están solos. Demasiadas veces están solos de corazones humanos, pero nunca de espíritus angélicos, que adoran y desagravian por la indiferencia e incluso el odio de los hombres. Al entrar en el templo donde se halla reservada la Eucaristía, no debemos dejar de ver y saludar a los Príncipes del Cielo que hacen la corte a nuestro Rey, Dios y Hombre verdadero. Para agradecerles su custodia y rogarles que suplan nuestras deficiencias en el amor.


Y al celebrarse la Santa Misa, la tierra y el cielo se unen para entonar con los Angeles del Señor: Sanctus, Sanctus, Sanctus... Yo aplauso y ensalzo con los Angeles: no me es difícil, porque me sé rodeado de ellos, cuando celebro la Santa misa. Están adorando a la Trinidad (24). Con ellos, qué fácil resulta meterse en el misterio. Estamos ya en el Cielo, participando de la liturgia celestial, en el centro del tiempo, en su plenitud, metidos ya en la eternidad, gozando indeciblemente.


Los custodios de los demás 

Pero ¿y los Custodios de los demás, no existen? ¡Claro que sí! También debemos contar con su presencia cierta: saludarles con veneración y cariño; pedirles cosas buenas para cuantos nos rodean o se cruzan en nuestro camino: en el lugar de trabajo, en la calle, en el autobús, en el tren, en el supermercado, por la escalera... Así, las relaciones humanas, se hacen más humanas, además de más divinas: Si tuvieras presentes a tu Ángel y a los Custodios de tus prójimos evitarías muchas tonterías que se deslizan en la conversación (25). Las nuestras serían entonces conversaciones de príncipes, con la digna llaneza de los hijos de Dios, gente noble, bien nacida, sin hiel en el alma ni veneno en la lengua, con calor en el corazón. Nuestra palabra sería siempre -ha de ser- sosegada y pacífica, afable, sedante, consoladora, estimulante, unitiva, educada (que todo lo humano genuino precisa de educación cuidadosa). Habría siempre -ha de haber- en la conversación, más o menos perceptible, un tono cristiano, sobrenatural, es decir, iluminado por la fe, movido por la esperanza e informado por la caridad teologal.

De este modo, también las gentes que nos tratan, descubrirán que el Cielo está muy cerca; que es hora de despertar del sueño, que ha pasado el tiempo de sestear como Pedro, Santiago y Juan en Getsemaní; que somos algo más que ilustres simios; que no somos ángeles, pero gozamos de alma espiritual e inmortal, y somos -como los Ángeles- hijos de Dios. Es hora de aliarse con todas las fuerzas del Bien, del Cielo y de la tierra, para ahogar el mal en su abundancia. 

La Virgen Santa, Reina de los Ángeles, nos enseñará a conocer y a tratar a nuestro Angel Custodio; sonreirá cuando nos vea conversar con él entrañablemente, porque nos verá en un camino bueno, en la escala que sube al trono de Dios. Pido al Señor que, durante nuestra permanencia en este suelo de aquí, no nos apartemos nunca del caminante divino. Para esto, aumentemos también nuestra amistad con los Santos Ángeles Custodios. Todos necesitamos mucha compañía: compañía del Cielo y de la tierra. Sed devotos de los Santos Ángeles! Es muy humana la amistad, pero también es muy divina; como la vida nuestra, que es divina y humana (26).

Autor: Antonio Orozco
Fuente: Arvo.net

lunes, 20 de enero de 2014

Andando de tu mano vers. estudiantina



La obediencia nunca ha sido virtud que destaque en popularidad. Sin embargo, es una actitud fundamental en las personas fieles a Dios de todos los tiempos. Dios ciertamente de nuestras cosas, que en realidad ha sido siempre más suyas que nuestras. Los actos de obediencia se acercan más a las acciones de Dios y reflejan mejor la dignidad y grandeza del ser que Él nos ha dado, podemos comprender un poco más lo que dijo Samuel: "La obediencia vale más que el sacrificio, y la docilidad, más que la grasa de los carneros"

Misal Diario. Pan de la Palabra.

sábado, 18 de enero de 2014

AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD



El hombre es un soplo que desaparece
39:1 Del maestro de coro. De Iedutún. Salmo de David.


La rebelión frente al mal
39:2 Yo pensé: "Voy a vigilar mi proceder
para no excederme con la lengua;
le pondré una mordaza a mi boca,
mientras tenga delante al malvado".
39:3 Entonces me encerré en el silencio,
callé, pero no me fue bien:
el dolor se me hacía insoportable;
39:4 el corazón me ardía en el pecho,
y a fuerza de pensar, el fuego se inflamaba,
¡hasta que al fin tuve que hablar!


Reflexión sobre la caducidad de la vida
39:5 Señor, dame a conocer mi fin
y cuál es la medida de mis días,
para que comprenda lo frágil que soy:
39:6 no me diste más que un palmo de vida,
y mi existencia es como nada ante ti.
Ahí está el hombre: es tan sólo un soplo, Pausa
39:7 pasa lo mismo que una sombra;
se inquieta por cosas fugaces
y atesora sin saber para quién.
39:8 Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda?
Mi esperanza está puesta sólo en ti:
39:9 líbrame de todas mis maldades,
y no me expongas a la burla de los necios.


Súplica confiada
39:10 Yo me callo, no me atrevo a abrir la boca,
porque eres tú quien hizo todo esto.
39:11 Aparta de mí tus golpes:
¡me consumo bajo el peso de tu mano!
39:12 Tú corriges a los hombres,
castigando sus culpas;
carcomes como la polilla sus tesoros:
un soplo, nada más, es todo hombre. Pausa
39:13 Escucha, Señor, mi oración;
presta oído a mi clamor;
no seas insensible a mi llanto,
porque soy un huésped en tu casa,
un peregrino, lo mismo que mis padres.
39:14 No me mires con enojo,
para que pueda alegrarme,
antes que me vaya y ya no exista más.

vicaria de pastoral

lunes, 6 de enero de 2014

LOS REYES MAGOS DE ORIENTE



Según explica el historiador italiano Franco Cardini, autor del libro Los Reyes Magos, historia y Leyenda, los Magos de Oriente que fueron a Belén a adorar a Jesús, no eran Reyes ni eran tres, y ni siquiera viajaban en dromedario, sino que todas estas singularidades les fueron atribuidas en interpretaciones teológicas posteriores al evangelio.

En una entrevista concedida a la agencia Efe, Franco Cardini resaltó que el único evangelio de los cuatro canónicos que hace referencia a estos populares personajes es el de San Mateo. El evangelista se limita a consignar que «unos magos que venían del Oriente», sin especificar cuántos, se presentaron en Jerusalén conducidos por una estrella, que señalaba el nacimiento del Rey de los Judíos.

Los historiadores consideran que, con el término «mago», San Mateo se refería a astrólogos o sacerdotes persas que profesaban el mazdeísmo, la religión de Zaratustra, explica Cardini en su libro, recientemente publicado en español por Península.

El evangelio de San Mateo especifica también que los magos ofrecieron al niño Jesús como presentes oro, incienso y mirra. A partir de aquí, explica Cardini, «el número de tres magos se fija bastante rápidamente» entre los Padres de la Iglesia, dado que «se hace una relación entre el número de regalos y el número de magos» No obstante, hasta entrado el siglo V, en algunos escritos seguían hablando aún de cuatro magos. El primero que convirtió en Reyes a los magos fue Tertuliano, quien descubrió en el Antiguo Testamento, concretamente en los Salmos de David, un pasaje que aseguraba que unos Reyes acudirían a ver al Mesías poco después de su nacimiento. El tratamiento de Reyes era mucho más aceptable para los teólogos que el de Magos que «se asociaba con nigromantes o brujos», explica Cardini.

San Agustín, por su parte, determinó que los Reyes habían llegado hasta Belén montados en dromedarios para salvar una incongruencia temporal. «Según la tradición cristiana occidental, la estrella subió al cielo en el momento en que Jesús nació, el 25 de diciembre, y los Reyes llegaron desde Asia a Belén en 13 días, lo que es difícil de creer para la época», indica Cardini. Ante esta contradicción, y haciéndose eco de un evangelio apócrifo que aseguraba que los Magos viajaron en camellos, San Agustín dedujo que los Reyes debieron montar en dromedarios «porque él era africano y sabía que eran más veloces que los camellos». 

Según Cardini, los Reyes Magos acabaron convirtiéndose en la tradición teológica e iconográfica occidental en «un símbolo de todos los paganos que se convierten al cristianismo sin pasar por la tradición judía». «Los tres Magos son los representantes de todos los pueblos de la Tierra y cada uno de ellos se convierte en rey de uno de los tres continentes conocidos y en encarnación de las razas humanas: hay un europeo, un asiático y un africano», asegura el historiador italiano, quien precisa que, a partir, del siglo XII y XIII, se coloca ya habitualmente «un mago negro». 

Franco Cardini relata como los Reyes Magos «son también símbolo del tiempo, del pasado, el presente y el futuro, y por eso sus figuras representan un hombre anciano, uno de mediana edad y uno joven». Además, los Magos son símbolos de la Trinidad y encarnan los tres papeles de Cristo como Dios (la divinidad), como Rey (el alma) y como hombre (el cuerpo), según el historiador italiano. Asimismo, sus regalos representan el poder político (oro), la divinidad (el incienso) y la resurrección (la mirra).


e-cristians

domingo, 5 de enero de 2014

FIESTA DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR




"Alégrense, querídisimos hermanos en el Señor; de nuevo les digo: alégrense, ya que en breve espacio de tiempo, después de la solemnidad del Nacimiento de Cristo, ha brillado la fiesta de su manifestación, y el mismo Jesús a quien en aquel día a luz la Virgen, hoy lo ha conocido el mundo. El Verbo hecho carne dispuso de este modo el origen de su aparición entre nosotros: que, nacido Jesús, se manifestara a los creyentes y se ocultara a sus perseguidores. Por eso ya desde entonces los cielos publicaron la gloria de Dios, y la voz de la verdad se extendió por toda la tierra, cuando, por una parte, el Éjercito de los Ángeles se mostraba para anunciar el Nacimiento del Salvador, y, por otra, la estrella conducía a los Magos para que le adoraran. Así se verificó que desde Oriente hasta Occidente resplandeciera el nacimiento del verdadero Rey, ya que, por medio de los Magos, los reinos de Oriente conocieron la verdad de los sucedido y no quedó oculto al imperio de los romanos. La crueldad de Herodes, pretendiendo dar muerte en su cuna al Rey que le infundía sospecha, contribuía, sin pensarlo ni quererlo, a esta difusión de la Fe. Mientras Herodes se dedicaba a cometer un crimen, detestable y procuraba, por la matanza de los Inocentes, deshacerse de aquel Niño para él desconocido, la fama de esta matanza publicada por todas partes del Nacimiento del Rey de los Cielos. La nueva se difundió tanto más pronto y con tanto mayor prestigio cuanto más increíble fue la señal prodigiosa del Cielo y más cruel la impiedad del perseguidor. Entonces también el Salvador fue llevado a Egipto, para que aquellos pueblos, entregados a los antiguos errores, se dispusieran, mediante una gracia oculta, a recibir su próxima salvación, y para que, aun antes de rechazar las viejas superticiones, ofreciera ya aquel país morada a la Verdad. Justamente, amadísimos hermanos, es honrado en el mundo entero con una dignidad especial este día consagrado por la manifestación del Señor. Por eso debe brillar en nuestros corazones con un resplandor especial para que veneremos el orden de estos acontecimientos no sólo creyendo, sino también entendiéndolos. Cuántas gracias debemos dar al Señor por la iluminación otorgada a los paganos, lo muestra la misma ceguera de los judíos. ¿Qué hay tan ciegos y tan extraños a la luz como estos sacerdotes y escribas de Israel? a las cuestiones de los Magos, a la pregunta de Herodes sobre el testimonio de la Escritura acerca del lugar donde había de nacer Cristo, respondieron con el oráculo prófético lo mismo que indicaba la estrella en el Cielo. Ésta, ciertamente, habría podido conducir a los Magos con sus indicaciones, como lo hizo enseguida, hasta la cuna del Niño, dejando a un lado Jerusalén; pero no sin motivo, para confundir la dureza de los judíos, fue conocido el nacimiento del Salvador no sólo por el camino que mostraba la estrella, sino también por la declaración de los mismos judíos. Así pues, la palabra profética pasaba ya a los paganos para instruirlos y los corazones de los extraños se disponían a conocer a Cristo anunciado por los antiguos oráculos. Los judíos infieles, por el contrario manifestaban con sus labios la verdad, pero guardaban la mentira en su corazón. Rehusaron conocer, en efecto, con sus ojos lo que habían indicado por medio de los Libros santos; de modo que no adoraron al que se humillaba en la debilidad de la Infancia y crucificaron más tarde al que resplandecería por el poder de sus obras."

San León Magno, Homilía 2, 1-2 

viernes, 3 de enero de 2014

EL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS



"Que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra, en los abismos; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios padre (Flp 2,10-11)."

EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO

"A Juan el Bautista le cuesta trabajo reconocer al Mesías.  Sí, él que se ha pasado la vida esperándolo, queda desconcertado por la humildad, la pequeñez del rostro de Dios.  San Pablo meditará asombrado el anonadamiento de Jesús que se anula por amor.  Confundido con los demás penitentes, en la cola, para recibir un bautismo de perdón de los pecados que no ha cometido, pero de los que quiere sufrir las consecuencias, Jesús abiertamente manifiesta su deseo de unión profunda, de solidaridad total con la humanidad que anhela salvar.  Finalmente Juan lo reconoce cuando lo ve venir a su encuentro, y lo señala como un cordero que carga con el pecado, como una víctima que lo apuesta todo, la vida misma por amor hasta la consumación total.  Así también nos ocurre a nosotros: el Señor se nos acerca en los modos y tiempos que no esperamos, obligándonos a dejar nuestras falsas ideas que tenemos de Dios, y así encontrarlo en la pobreza desconcertante de la humanidad penitente.  El humilde nos sale al encuentro en el despojo de una Navidad que nosotros hemos construido llena de ruidos, falsa e hipócritamente triunfal.  El Niño es, ya desde ahora, un signo de contradicción , enseguida perseguido, crucificado.  Acogerlo significa abrazar la desconcertante lógica divina:  la humildad de Dios."

Misal Diario Pan de la Palabra

jueves, 2 de enero de 2014

GRACIAS PADRE POR ENVIARNOS LA LUZ DE TU ESPÍRITU, TE SUPLICAMOS HAZNOS DÓCILES A ÉL.



VEN, ESPÍRITU CREADOR
Ven, Espíritu Creador, 

visita las almas de tus fieles 
y llena de la divina gracia los corazones, 
que Tú mismo creaste.
Tú eres nuestro Consolador, 
don de Dios Altísimo, 
fuente viva, fuego, caridad 
y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones; 
Tu, el dedo de la mano de Dios; 
Tú, el prometido del Padre;
Tú, que pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra. 
Enciende con tu luz nuestros sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones; 
y, con tu perpetuo auxilio, 
fortalece nuestra débil carne. 
Aleja de nosotros al enemigo, 
danos pronto la paz, 
sé Tú mismo nuestro guía, 
y puestos bajo tu dirección, evitaremos todo lo nocivo. 
Por Ti conozcamos al Padre, 
y también al Hijo;
y que en Ti, Espíritu de entrambos, 
creamos en todo tiempo.

Gloria a Dios Padre, 

y al Hijo que resucitó, 
y al Espíritu Consolador, 
por los siglos infinitos. Amén.

V. Envía tu Espíritu y serán creados.

R. Y renovarás la faz de la tierra.

Oremos

Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a tu Espíritu para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. 
R. Amén.

Con licencia eclesiástica

miércoles, 1 de enero de 2014

FIESTA DE MARÍA MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA



"La Iglesia Católica quiere comenzar el año pidiendo la protección de la Santísima Virgen María. La fiesta mariana más antigua que se conoce en Occidente es la de "María Madre de Dios". Ya en las Catacumbas o antiquísimos subterráneos que están cavados debajo de la ciudad de Roma y donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Misa, en tiempos de las persecuciones, hay pinturas con este nombre: "María, Madre de Dios".
Si nosotros hubiéramos podido formar a nuestra madre, ¿qué cualidades no le habríamos dado? Pues Cristo, que es Dios, sí formó a su propia madre. Y ya podemos imaginar que la dotó de las mejores cualidades que una criatura humana puede tener.
Pero, ¿es que Dios ha tenido principio? No. Dios nunca tuvo principio, y la Virgen no formó a Dios. Pero Ella es Madre de uno que es Dios, y por eso es Madre de Dios.
Y qué hermoso repetir lo que decía San Estanislao: "La Madre de Dios es también madre mía". Quien nos dio a su Madre santísima como madre nuestra, en la cruz al decir al discípulo que nos representaba a nosotros: "He ahí a tu madre", ¿será capaz de negarnos algún favor si se lo pedimos en nombre de la Madre Santísima?
Al saber que nuestra Madre Celestial es también Madre de Dios, sentimos brotar en nuestro corazón una gran confianza hacia Ella.
Cuando en el año 431 el hereje Nestorio se atrevió a decir que María no era Madre de Dios, se reunieron los 200 obispos del mundo en Éfeso (la ciudad donde la Santísima Virgen pasó sus últimos años) e iluminados por el Espíritu Santo declararon: "La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios". Y acompañados por todo el gentío de la ciudad que los rodeaba portando antorchas encendidas, hicieron una gran procesión cantando: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén".
El título "Madre de Dios" es el principal y el más importante de la Virgen María, y de él dependen todos los demás títulos y cualidades y privilegios que Ella tiene.
Los santos muy antiguos dicen que en Oriente y Occidente, el nombre más generalizado con el que los cristianos llamaban a la Virgen era el de "María, Madre de Dios"."

Misioneros Oblatos