"Habituado a las fiestas, Francisco se va retirando del bullicio del mundo y trata de reencontrar en el fondo de si mismo al Señor que se ha manifestado de manera tan inefable. A su búsqueda, Dios responde con visitas cada vez más frecuentes, cuya dulzura da a Francisco el gusto por esos encuentros y lo *atrastra* a una vida de oración." ¿Seguimos las huellas de Cristo?
Oh Señor, hazme instrumento de tú paz.
Donde hay odio, que yo lleve el Amor.
Donde hay ofensa, que yo lleve el Perdón.
Donde hay discordia, que yo lleve la Unión.
Donde hay duda, que yo lleve la Fé.
Donde hay error, que yo lleve la Verdad.
Donde hay desesperación, que yo lleve la Esperanza.
Donde hay tristeza, que yo lleve la Alegría.
Donde están las tinieblas, que yo lleve la Luz.
Oh Maestro, haced que yo no busque tanto:
Ser consolado, sino consolar.
Ser comprendido, sino comprender.
Ser amado, sino amar.
Porque:
Es dando, que se recibe.
Perdonando, que se es perdonado
Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna.
"...Si tomas la costumbre de recitar esta oración despacio cada día, iras siguiendo los pasos para lograr un verdadero crecimiento espiritual. Al leerla, te sentirás identificado con su contenido y te darás cuenta de que existe algo dentro de ti que te atrae hacia esos sentimientos. Ciertamente, todos tenemos esa capacidad de entrega y amor hacia los demás, pero necesitamos alimentarla y desarrollarla. No es fácil porque, al mismo tiempo, también habita en nuestro interior otra fuerza que nos hace ser egoístas y dependientes de todo lo que nos rodea. Tenemos tendencia a pedir: que nos consuelen, que nos amen, que se nos haga justicia... a ese Dios que buscamos fuera de nosotros y a los que nos rodean y no nos damos cuenta que todo cuánto necesitamos está dentro de nosotros mismos. Que la verdadera plenitud la tenemos cuando nos anulamos y nos hacemos instrumentos de ese Dios Padre que actúa a través nuestro con toda su fuerza y se manifiesta en el consuelo, el perdón y el Amor hacia los demás. Para ello, tenemos que desprendernos de todo lo que nos impide realizar ese encuentro; olvidarnos de nosotros mismos, despojarnos de todo lo superfluo para dejar que Él se haga presente y, a través suyo, podamos hacer que la oración de San Francisco sea una realidad en nuestros corazones.Aprendamos lo que es verdadera humildad, ya que sólo desde ella, podremos conseguir que Él habite en nosotros y nos enseñe esta filosofía de vida que nos marca el camino de la plenitud con Él.Si nos acostumbramos a recitarla diariamente con fé, lograremos integrarla en nuestra vida y a hacerla nuestra. De esta forma, nos iremos trasformando y seremos conscientes de la presencia de ese Dios, a quien llevamos dentro, disfrutando, con maravilloso asombro, este increíble encuentro."Pi
AHORA, MIESNTRAS ESCUCHAS EL SIGUIENTE CANTO, TE INVITO HERMANO A CERRAS LOS OJOS, A REFLEXIONAR Y CONSAGRAR TU SER EN LA PAZ DE NUESTRO ABBA-PADRE
No hay comentarios:
Publicar un comentario